jueves, abril 27, 2006

La personalidad perdida

En una época aciaga, sumida en penumbras, pero con gotas de esperanza repartidas en pentagramas de rock y al ritmo imparable de los Beatles, surgió una generación.

Su cuerpo crecía bajo el yugo de una dictadura, mientras su mente viajaba por los grandes cambios de la música, del pensamiento, de las drogas o del sexo. Nadie explicaba nada. Había que descubrirlos.

La televisión, los periódicos, ¿¿Internet?? (que es eso), se encargaban de adormecer al personal mientras Roberto crecía con la paciencia y el tesón de rebelarse en su propio mundo. En su interior estaba su fuerza, dentro de si albergaba preguntas que debían ser respondidas. Sus padres le amaban pero se hallaban lejanos en cuanto a vivencias filosóficas. Decidió probar en los estudios, refugiándose en los libros, buscando fotografías del mundo y de la vida. Buscaba explicaciones a todas y cada una de las cosas que le rondaban, pero sus sentimientos se chocaban en las páginas de cada libro devolviéndole a la realidad. no podía encontrar refugios literarios para sus juegos escondidos. El patio del recreo, antes del rezo obligado, se volvía su pista de pruebas, almacenando en todos y cada uno de sus rincones mensajes de cambio, mensajes de esperanza, mensajes de amistad.

Los años pasaban soñando y cuando la apertura social se produjo, no encontró escollos a los cambios que buscaba. Los bares, la movida, juergas hasta la madrugada, chicas en cueros, su primera experiencia con lo prohibido. Suaves aromas, tiernos recuerdos, vivencias descontroladas que le dejaban extasiado, completo. El ambiente experimentador del Madrid que despertaba ayudaba a soñar con sociedades justas, la calle era suya, allí se desarrollaba la vida, huyendo de las casas donde la encerraban. Fueron momentos felices.

Los planetas, el universo, la vida, la muerte. Decidió estudiar Física, no sin antes haber probado los manjares del amor adolescente, entre mieles y rosales y el espino de su ausencia. Le atraía el ambiente utópico y ese aire extraño que envolvía a los científicos. Deseaban encontrar que había mas allá de la pantalla de lo esencial. Nunca olvidaría los años de la universidad, soñando juntos en construir algo nuevo, en dejar de soñar y poder crear. Su personalidad, crecía, mientras despertaba ayudada por sus compañeros. El quinto curso le ayudo a pensar en que hablar no llevaba a ninguna parte, buscando adeptos para la causa se quedó solo, mientras todos huían aburguesados por el bienestar que detestaban.

En una época sombría, sumida en guerras inexplicables, Roberto nos sigue iluminando. Aprendió a amar aquello que atesoraba, aprendió a esperar para buscar esperanza, aprendió que la búsqueda era continua, que el conformismo de los humildes es valor para derribar el conformismo de los opulentos . Disfruta de las experiencias nuevas como la primera vez que beso, al atardecer aquella belleza de ojos tristes que reflejaban la esencia de su viaje.

Y mientras tanto los Beatles seguían sonando, como siempre.


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